
Como ya sabréis muchos de vosotros, ayer, Córdoba la Llana tuvo el privilegio de recibir la visita de uno de los maestros del cómic, nada menos que Francisco Ibáñez se dejó caer para firmar ejemplares en el Corte Inglés la nada despreciable cantidad de casi tres horas y media. Y, en verdad, lo hizo sin perder la sonrisa, aguantando estoicamente sentado y sin perder la amabilidad con ninguno de sus admiradores/as, desde los nietos al abuelo.
Ediciones Malvadas no podía sino mostraros una pequeña reseña de una divertida tarde donde verdaderamente la cola mereció mucho la pena. Igual que Les Luthiers, el creador de Mortadelo y Filemón es una de las pocas personas que puede jactarse de que siempre que anuncia su presencia, el lleno está garantizado. A pesar de que no ha habido una difusión precisamente excepcional, el de boca en boca ha sido lo más efectivo y saliendo de su senequismo habitual, muchos cordobeses no dudaron en tomar album en mano y buscar unos minutos de amistosa charla con un genio al que debemos muchas horas de diversión.
Hablar con Francisco Ibáñez, en el mejor de los sentidos, es como hacerlo con el vecino del quinto. A pesar de estar en la categoría de los Hergé, Uderzo, Goscinny, etc, Ibáñez no deja de ser, pese a haberle caducado ya el carnet joven, aquel botones con aspiraciones a dibujante. Desmemoriado a propósito, de eterna mueca humorística, el creador de Mortadelo no deja de agradecer las muestras de afecto de las diferentes generaciones que han seguido a los agentes de la TIA, las chapuzas de Pepe Gotera y Otilio, el míope Rompetechos y un amplio etceterá.
La agilidad mental de este artista no deja de deslumbrar y cuando le ves en acción brindando a cada fan de la cola su afecto, te das cuenta de que nada ha sido casualidad, que sus triunfos en Bruguera y en Ediciones B son una de las pocas cosas de la vida matemática pura, una mera consecuencia proporcional al esfuerzo.
No se puede negar (y tenemos muchos blogs estupendos que hablan de ello y también libros, por ejemplo "Corra jefe Corra" o el estudio de Miguel Fernández Soto) en una aventura de décadas, que altibajos ha habido, como los habrá tenido Spiderman, Los Simpson o cualquier producto de esta manifestación de la cultura del ocio. Pero, superando aguas recelosas como la sobre-explotación brugueriana (los temidos "negros"), ante el balance global, solamente cabe entonar la vieja fórmula francesa del "chapeau" (no el Esmirriau).
Un ejemplo lo ilustra a la perfección, cuando el simpar Easmo se dirigía a que le firmase dos ejemplares (a él y su hermano Daniel), tuvo la mala fortuna de tropezar y, todos los que hemos compartido mesa de dibujo y guiones con él, sabemos que no puede hacerlo discretamente, así que en la planta sexta también le orirían. El primero en recuperar la calma fue Ibáñez, que no dudó en bromear: "Por favor, dime que estás bien... ¡no está el asunto para perder clientes". Para más anécdotas de conversación de Easmo con El Maestro, habrá que esperar a lo que publique el bueno del nintendero en su propio blog.
Como experiencia personal, me quedó con un momento que particularmente me encantó, que fue cuando le comenté al dibujante-guionista, que era la segunda vez que me dibujaba al calvorota más simpático y al jefe de los dos pelos, por lo cual vino alguna reflexión sobre el Salón del Cómic en la Ciudad Condal, donde verdaderamente la cola fue mayúscula (y eso que la de ayer no se quedó corta, dando la vuelta al callejón). A fin de cuentas, me dijo (en una fórmula que sin duda habrá dicho mil veces, pero no deja de fascinarme), él no comprendía cómo podíamos soportar con esa resignación tantas horas en pie (algo que por otra parte a mí no me me hace largo con gente como Easmo, Dani, Chespiro, nuestro nuevo guionista Francisco Cabello y el enciclopédico Franchesk), pero al decirle que se soportaba con gusto, el hombre que empezó en Pulgarcito no lo dudó: "Eso es lo que siempre decís y de verdad, no entiendo que podáis, de verdad, y más como se pone Barcelona o la Feria de Madrid, pero lo cierto es que lo agradezco muchísimo que podáis". Cuando uno de los mejores artistas del cómic español te lo dice, es algo que te llevas.
Como si no fuera suficiente, ya cuando el barullo estaba ligeramente bajando, gracias a Chespiro y Franchesk (a quienes les estoy muy agradecido), pude intercambiar unas palabras con Manuel de Cos, uno de los hombres claves de la editorial, a quien ya conocía brevemente de haber estado en las firmas en Cataluña con Jan y el propio Ibáñez. De Cos es un caballero muy interesante y con el que da gusto hablar de tebeos y la vida en general, de hecho, pude lucir mis mínimos conocimientos de Historia cuando me quiso hacer muy amablemente algunas preguntas sobre el pasado musulmán de la ciudad. Si Clinton revitalizó La Alhambra con sus famosas palabras sobre su anochecer, espero que los comiqueros/as de todo el mundo se guíen por el buen gusto de De Cos que admitió haber pasado su media hora de descanso en ese rincón de patios anarajandos, donde admitió sentirse alucinado.
En el rico intercambio que suele haber en estos sitios, donde conocimos por ejemplo a editores de una revista crítica sobre cómics, video-juegos o juegos de rol, o viejos cúbicos que colaboraban con Juan en el Fanzipote, se concentró la guinda de una jornada donde este particular arte invadió el centro comercial y ya no sabía uno por qué alegrarse más, por esas columnas casi dóricas de ejemplares de los muchachos de la TIA que padres, madres e hijos iban devorando, o por ver que también había cuentos del tío Vázquez, menciones al futuro libro de Giralt y promesas de que el próximo Mortadelo estará al caer...
Como una generación que espera traer un poco más esta manifestación artística, no podemos sino congratularnos de que uno de los autores que más nos influenció durante nuestros comienzos, haya tenido tan justa y elogiosa recepción en nuestra ciudad.
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